Cuando adoptamos a Sagutxo, ninguno de los dos habíamos tenido gatos y por eso todo lo que hacía nos parecía inquietante, divertido y sorprendente. Después de estos años juntos, tanto ellos como nosotros nos entendemos a la perfección.
Esta familia se entiende con solo una mirada, ellos saben cuando hacen algo malo y cómo hacer que se nos olvide con cuatro monerías. Por ejemplo, cuando están en la terraza y queremos que entren, con sólo dos palmadas, se levantan de su siesta y se meten en casa. Hirua con un ñac ñam y Sagu a lo mejor bufa si estaba a gustito.
Para aquellos que sean principiantes, que se fijen en su cola, pues un gato nos dirá si está contento, asustado o histérico.